En el corazón de Extremadura, Peraleda del Zaucejo emerge como un enclave de poco más de 500 almas. Sus habitantes, curtidos en las faenas del campo, encuentran en la agricultura y la ganadería su principal sustento. Con una renta per cápita modesta, el pueblo maneja un presupuesto municipal acorde a su tamaño, destinado a mantener la esencia de su día a día.

Desde hace más de dos décadas, el timón del ayuntamiento ha estado en manos de Antonio González Torres, del Partido Popular, quien ha ejercido como alcalde-presidente.

En este escenario, donde las tradiciones y la rutina se entrelazan, surgen sombras que amenazan con perturbar la tranquilidad de Peraleda del Zaucejo. Las denuncias de actuaciones irregulares y la falta de transparencia en la gestión municipal evocan relatos dignos de una trama de poder y silencio.

La historia de irregularidades que vamos a contar ocurre en Peraleda del Zaucejo, pero seguro que casos similares ocurren en otros pequeños municipios a lo largo y ancho de nuestra geografía. Pueblos pequeños, en los que el alcalde ejerce un poder omnimodo en todos los aspectos. Pueblos en los que parece que no rigen las mismas que en el resto del estado y el cacique que gobierna determina la vida de los vecinos y vecinas con mano de hierro. Y pobre de aquel que intente contradecir el relato oficial que proclama el cacique y su cuadrilla de lamebotas aduladores.